ES LO QUE HAY

miércoles, 30 de junio de 2010

EN FACE


Resumen

En este artículo se propone una reflexión sobre diferentes aspectos relacionados con la socialización por medio de uno de los espacios tecnologicamente mediados de interacción interpersonal en Internet de mayor popularidad y que mayor crecimiento ha registrado en las últimas fechas: Facebook. Desde una perspectiva que se sirve tanto de la experiencia personal como de datos empíricos puntuales, pretendemos mostrar ciertos efectos distorsionadores que la socialización a través de este medio puede llegar a originar en las diferentes esferas de sentido en las que acontecen las relaciones sociales que presiden nuestra vida cotidiana. A nuestra reflexión subyace el interés por evidenciar ciertos cambios que la socialización sujeta a diferentes formas de mediación tecnológica actuales podría inducir en lo relativo a las diferentes concepciones de lo público y lo privado, como de subrayar el efecto de "desnaturalización" que dichas formas de mediación pudieran ejercer sobre el mismo concepto de relación social, tanto en su marco normativo de acción como de sentido asociado.


Contenido de la comunicación

1. Introducción

De entre los SNS aparecidos en los últimos años, Facebook se ha erigido en el máximo exponente de lo que conocemos como espacios on-line destinados al establecimiento y desarrollo de redes sociales. Buena parte de los procesos de interacción asociados a las diferentes relaciones sociales que millones de personas mantienen entre sí en el transcurso de sus vidas cotidianas son canalizados a través de este tipo de medio. Así, forma parte de nuestra de nuestra realidad más inmediata hacer comentarios sobre información de nuestros conocidos (depositados en ese elemento llamado "muro"), hacer circular contenido simbólico de todo tipo (video, fotos, ...), o simplemente informar sobre el estado personal eventual (línea de estado) a través de este producto de la Internet más reciente, esa que ha dado en conocerse como Web 2.0.

No es que todo ese tipo de acciones no se realizaran previa aparición de este medio, (quién no ha intercambiado y comentado antes fotos mediante el correo electrónico) sino que más bien la virtud de Facebook reside en la capacidad de aglutinar las variadas modalidades y estilos de comunicación (submedia) existentes de forma autónoma en Internet, a la que suma otras novedosas, haciendo del conjunto un estructura comunicativa destinada a colmar todas nuestras necesidades en lo que concierne a las CMC. En Facebook enviamos mensajes, podemos chatear con nuestros "amigos", intercambiamos fotos y videos, podemos asociarnos a grupos temáticos de interés particular, etc. Y lo hacemos tanto de forma síncrona como asíncrona; unidireccional, bidireccional o multidireccionalmente, enfrentados a una multiplicidad de contenidos y formas simbólicas, cada uno con sus peculiaridades propias. En la variedad de posibilidades prácticas para comunicarse que ofrece como dispositivo reside parte del poder de atracción y convocatoria. Pero como suele pasar al hablar de tecnología, esto sólo es una parte de la historia.

Tanto es así que ya esta consideración preeliminar, en la que pondríamos el acento someramente en Facebook en tanto que "medio", necesitaría ser matizada, ya que autores recientes muestran como, si bien los diferentes SNS comparten una base de características sociotécnicas que los hace asimilables bajo esta denominación categorial, son sus pobladores concretos, los usuarios, los que imprimen de una idiosincrasia e identidad particular al medio más allá de sus propiedades técnicas particulares (Boyd, 2007). Hablar, por tanto, de Facebook como de un espacio on-line para el establecimiento y desarrollo de redes sociales como hemos empezado haciéndolo, supondría incurrir tal vez en una imprecisión. Sin necesidad de recurrir a tales estudios para corroborarlo, es la misma experiencia del que es usuario habitual de esta web la que nos ofrece la mejor prueba de que Facebook no es tanto un espacio on-line destinado a la creación de redes sociales como lugar donde éstas tienen continuidad, es decir, allí donde trasladan los vínculos preexistentes fuera de este espacio social. O dicho en otras palabras, el usuario de Facebook no acude a este espacio tanto para extender sus ámbitos de socialización más allá de su entorno o círculo de relaciones personales ya establecido (incluyendo aquí la ya clásica faceta de experimentación con la identidad a través del anonimato), como para reforzar este tipo de vínculos, cuyo desarrollo pasaría a ser dependiente de la forma de interacción dispuesta por la estructura y estilo comunicativo característica de este medio, en combinación con otras previas.

Esta última apreciación no es menor, ya que el carácter no-temático del que Facebook carece frente a otras propuestas del mismo tipo, por ejemplo, de MySpace en lo musical o Linkedln en la profesional, en las que uno se relaciona con los demás en relación a unas motivaciones muy específicas, hace los efectos relacionados con el "yo" y su dimensional vital y social sean diferentes, como posteriormente trataremos de mostrar. Es decir, a diferencia de espacios de corte Web 2.0 en los que se impone lo temático, a Facebook trasladamos, no ya una porción acotada de nuestra actividad social, sino las más de la veces la dimensión más personal e íntima de nuestras vidas, y de las relaciones sociales que la integran; aquella en torno a la cual se despliegan los más variados procesos de interacción (mediada tecnológicamente aquí) y de los cuales queda constancia en el medio en la forma de fotos, videos, comentarios, etc.

No sería exagerado ver en éste factor la segunda y más determinante causa de la popularidad de esta web. Si, como hemos apuntado, sus prestaciones técnicas en lo referente a sus posibilidades y estilos de comunicación e interacción son uno de los principales acicates para sumergirse en Facebook, uno llega a hacerse usuario de esta web porque aquellos que forman parte de su vida están ya allí. Es decir, a Facebook, a diferencia de otros SNS, volcamos ya no una parcela de nuestra vida y con ella parte de sus relaciones sociales e interpersonales aislables y concomitantes, sino posiblemente, con un grado de presencia e intensidad variable, las diferentes dimensiones y aspectos de nuestra realidad social y subjetiva ya dada.

Y es precisamente en este punto, de cuyo análisis es objeto de atención este artículo, donde Facebook se convierte en una fuente potencial de conflictos en relación al entrecruzamiento que experimentan las diversas esferas de sentido en las que se enmarcan cada una de nuestras relaciones. Veamos más concretamente a qué nos referimos.

2. Visibilidad, conocimiento e impacto en la socialización

Una de las prácticas fundamentales en Facebook es la agregación de "amigos". Con ello, conseguimos representar en el contexto del entorno el vínculo que nos une con ciertas personas como paso previo al aprovechamiento de las características interactivas que ofrece el medio. Pero cabe hacer notar como esta categoría se torna por si misma problemática, ya que no todos aquellos que forman parte de nuestra red particular de contactos suelen ser dignos de tal calificativo, es decir, no cualquiera es ciertamente "nuestro amigo". O dicho en otras palabras, diferentes tipos de relación interpersonal son por reducción asimilados unívocamente, pues, al ambiguo apelativo (erigido en categoría aquí) de "amigo", restando parte del carácter distintivo propio de cada caso particular (se puede ser simplemente "conocido", e incluso sabemos que existen diferentes tipos de amistades relacionadas con diferentes tipos o grados de vínculos). Este efecto de sesgo que se opera al asimilar a toda persona vinculada en Facebook a una misma categoría operativa no es sino un primer paso que motiva la irrupción de ciertos efectos distorsionadores que la socialización a través de este medio introduce en las relaciones personales, y que comentaremos a continuación.

Una de las primeras sensaciones que el usuario no tarda en empezar a experimentar a medida que su lista de contactos va en aumento apunta en esta dirección: la pantalla se inunda con información de todos y cada uno de éstos sin establecer en principio una distinción entre ellos basada en el grado de presencia o relevancia que tienen en la vida de uno. Se observa así un efecto de neutralización de la naturaleza propia y distintiva de cada relación interpersonal - todos nuestros contactos son, por decirlo así, "iguales" en términos de representación en el interfaz - y consiguientemente las mismas experimentan un efecto parejo de "aplanamiento" de aquello en ausencia de mediación tecnológica presenta otra fisonomía congruente con una distribución compartimentada (si vale la expresión) de roles, perfiles y ámbito de información y conocimiento asociados a cada tipo de relación interpersonal - en este sentido, baste recordar algo obvio, esto es, que uno no comparte la misma información con su pareja, que con un amigo, que con un compañero, y sin embargo todos, paradójicamente, son "contactos" representados en condiciones de igualdad en el escenario simbólico que propone el entorno. Es así como al revelarse todos nuestros contactos ("amigos" en términos del dispositivo) como el mismo, no llega a existir distinción, en términos de visibilidad, entre lo que podemos llegar a conocer de unos y otros. La sobreabundancia de información indiscriminada que uno recibe de los demás, sea o no de su incumbencia, es quizá la característica más llamativa que el uso de Facebook deja en la experiencia de usuario. Y que a uno le incumba o no es, lejos de ser una rasgo menor, deviene en un aspecto crucial a fin de entender los "trastornos" que la mediación de Facebook puede ocasionar.

Estas consideraciones guardan cierta relación con las tesis que Goffman (1957) trazó en su clásico "La presentación de la persona en la vida cotidiana". Bajo un perspectiva enfocada desde el carácter dramático (teatral) del que se reviste la acción, este autor concibe la interacción interpersonal en condiciones de copresencialidad como tendente a la gestión de impresiones sobre una definición de la situación dada entre interactuantes. Según Goffman, nos expresamos de diferente forma según quien tengamos en frente y las expectativas morales subyacentes a lo que el contexto situacional presente proyecta - y, en este sentido, la existencia de roles es una de los mecanismos fundamentales que orientan el comportamiento. Entre otros, Goffman propone el concepto de "región" en referencia al espacio donde acontece la actuación, y diferencia dos variantes en base a la posición, la "anterior" y la "posterior". En la primera transcurre la interacción o, en términos dramáticos, la representación en la que cada individuo persigue un correcto manejo de las impresiones en adecuación a las expectativas normativas en juego y en colaboración con su audiencia en la búsqueda de una definición de la situación compartida y asumible por las partes. La segunda se define en relación a la primera, pero lo que en ella acontece puede contradecir la impresión que pretende fomentarse en aquella.

Pese a estar la propuesta de Goffman enunciada bajo el marco de la interacción "cara-a-cara" nada nos impide partir de sus observaciones para encontrar su acomodo, previa adaptación las condiciones propias del entorno sociotécnico, de lo que se observa en la interacción desplegada en el contexto de Facebook. Así, por un lado, encontraríamos en nuestro “perfil" una forma de presentarnos a los demás en base a la diversa información que disponemos. En ese sentido, existiría en las elecciones de exposición de información personal que cada uno hace una gestión implícita de nuestra expresión, es decir, de la forma en cómo decidimos mostrarnos a los demás públicamente. Por otro lado, en Facebook nos mantenemos al corriente de la actividad de nuestros contactos mediante otra característica que resulta fundamental un el uso habitual del dispositivo: las "Últimas noticias" ("Feeds", en inglés). Este apartado funciona a modo de tablón de anuncios de todos los movimientos de los demás, de los cuales recibiremos cumplida notificación. Indirectamente, deviene en una suerte de "lugar de encuentro" intersubjetivo.

Y es en este punto donde la mediación de las relaciones interpersonales a través de este dispositivo se torna problemática. Por un lado, dar forma a un perfil supone hacerlo optar por una única re-presentación pública del "yo", una que presupone una único destinatario o audiencia (aquí la genérica de "amigo"), cuando, como hemos indicado anteriormente, en nuestra realidad previa al paso por Facebook preexiste una distribución desigual de información entre aquellos con los que nos relacionamos en nuestra vida. Como decíamos, al ser Facebook un espacio on-line que carece de la especificidad temática de otros de redes sociales como, por ejemplo, Linkedln, en el que podemos mantener un control más preciso de los términos en los que se concretará nuestra presentación pública de acuerdo al contexto específico, resulta más complicado establecer una diferenciación simbólica de este tipo.

Este mismo aspecto, por otro lado, es más notorio si cabe en lo referente a los "Feeds", ya que en él se amalgaman indiscriminadamente todo tipo de informaciones, cuando no todas son por lo usual dirigidas intencionadamente al conjunto de nuestros contactos. Con ello, uno acaba disponiendo de un margen de visibilidad más amplio del que, en muchos casos, en base a la persona a la cual dicha información está vinculada, debería tener. Este aspecto ejerce un llamativo efecto de extrañamiento en la experiencia subjetiva que cualquiera que sea usuario de Facebook habrá experimentado en mayor o menor grado; sensación muy próxima al voyeur que mira sin ser visto, en la que uno recibe información de la que en otras condiciones (digamos aquellas presentes previamente a la mediación de Facebook) estaría privado.

Consecuencia de estas condiciones de visibilidad maximizadas, se observa un efecto de desbordamiento de las esferas que delimitan el sentido singular de cada relación interpersonal. En términos de Goffman, podría observarse como existe un solapamiento múltiple y cruzado de los diferentes contextos relativos a cada una de las diferentes relaciones sociales que mantenemos con nuestro diferentes contactos. Estos contextos remiten a un vínculo tras el cual existe hay una trayectoria biográfica común, unos códigos normativos y de tratamiento compartidos, un tono emocional, quizá el desempeño de unos roles precisos como guía del comportamiento sobre los que descansa la interacción, y en cualquier caso siempre un ámbito de información compartido intersubjectivamente con entidad propia. Lejos de poder demarcar una definición de la situación congruente a todos ellos, lo que nos encontremos es una amalgama indiscriminada de todos estos contextos como parte de una realidad (la re-presentada en el dispositivo) indiferenciada.

Sin abandonar la terminología de Goffman y remitiéndonos al concepto de "región" antes mencionado, podemos precisar en qué términos los procesos de interacción múltiple e "indiscriminada" a través de Facebook tienen el potencial de conflictividad sugerido

Si la región, tal y como hemos referido, tiene una parte "anterior" y pública (aquí representada a través de los "Feeds" y la información diseminada por medio del perfil personal) correspondiente al espacio (aquí en alusión metafórica a Facebook como dispositivo) en el que se desarrolla la actuación (interacción), y una "posterior" que queda fuera de ésta pudiendo llegar a estar en contradicción con ella, lo que observamos en Facebook es que los procesos de interacción diluyen tal separación de tal suerte que lo ocurre como relativo a la actuación (de lo público) en unos casos correspondería al ámbito de lo privado en otros. O dicho de otro modo, no existiría, por tanto, una definición de la situación libre de las interferencias de otras definiciones de situación, ya que las actuaciones convergen en un mismo plano de representación compartido. Si bien esta circunstancia no tiene necesariamente que comportar efectos indeseados más allá de la sensación de extrañamiento ante la percepción subjetiva de acceder quizá a más información de la debida, la realidad cotidiana arroja casos diversos que vienen a mostrar cómo tales efectos no carecen de consecuencias a nivel personal.

A continuación nos proponemos ilustrar en qué se concreta el carácter problemático que encierra nuestra reflexión anterior, basándonos en ciertas informaciones de las cuales se han venido haciendo eco diferentes medios de comunicación en fechas recientes. Pero antes cabría hacer una última observación.

De la exposición hecha en el apartado anterior podría llegar a pensarse que en el uso de Facebook uno está expuesto irremisiblemente a todos los "trastornos" que hemos indicado, lo cual no pasa obligadamente por ser cierto. Esta web, como muchas otras, han previsto en su diseño otorgar al usuario la capacidad relativa de controlar el grado de exposición que desea para si mismo en el medio. Facebook no lo es menos y uno dispone de esa posibilidad si lo desea, acudiendo a los opciones de configuración de la privacidad donde puede elegir el margen de visibilidad de su información deseado en función de los destinatarios.

No obstante, en su recensión del estudio de Ofcom sobre las redes sociales y su uso, Reig (2009) muestra como esta posibilidad queda lejos de ser considerada o digna de verdadera preocupación de manera general por los usuarios. Por poner un ejemplo, de acuerdo a este estudio entre el 41 y el 44% de los usuarios de redes sociales dejan las opciones de privacidad en default (por defecto) - lo cual se correspondería a la condición común de máxima visibilidad que nos ha servido de base para la reflexión anterior.

Por otro lado, no resulta menos llamativo observar que el 25% de usuarios registrados en redes sociales decían haber dejado datos personales en sus perfiles (teléfono, dirección postal, email, etc…), siendo los adultos más que los jóvenes los que mostraban mayor tendencia a hacerlo (34%).

3. Mediación tecnológica y trastornos vitales

En la tradición de estudios sobre CMC se ha tendido a establecer una dicotomía que, bajo la distinción de lo denominado como on-line frente a lo offline, se operaba implícitamente una escisión de ambas esferas prácticas, en las que aquello que hacemos a través de la Internet sería desligable de nuestra actividad práctica cotidiana fuera de este dominio mediático. O dicho de otro modo, en una línea de reflexión que tiene sin ir más lejos en la obra de Turkle (1992) "La vida en las pantalla" uno de sus más claros e influyentes exponentes, el uso de la Internet a través de sus diferentes submedia nos trasladaría a otra dimensión de la interacción personal y del desarrollo de las relaciones sociales que sería autónoma respecto de otros contextos no mediados tecnológicamente. En este sentido, parece pues como si aquello que hacemos en la Internet en lo referente al "yo" y su despliegue subjetivo, estuviera vinculado unívocamente a la experimentación con la identidad (Danet, 1999), al aprovechamiento lúdico que otorga el anonimato o al contacto interpersonal efímero (Donaht, 1999), cuando el caso de Facebook apunta claramente en una dirección opuesta.

Es por ello que pensamos que tal línea de reflexión, pese a poder resultar fértil en ciertos casos, no nos ofrece la perspectiva con mayor potencial interpretativo o descriptivo al objeto de evaluar los efectos y cualidades que la mediación tecnológica pueden ejercer en nuestras vidas. Establecer, pues, tal dicotomía nos lleva a obviar como ambos dominios en las que se desarrolla nuestra actividad social se imbrican dando forma a una misma realidad, la nuestra del día a día, en la que nuestro "yo" posee una biografía que está atravesada por determinaciones sociales, culturales y económicas que, pese a lo aséptico de la actividad en muchos espacios de socialización en la red como chats o foros temáticos, no pueden desaparecer por arte de magia cuando nos comunicamos a través de las CMC.

En este sentido, son continuados los casos en que los mass-media (ya sea en su formato digital o analógico) se hacen eco de lo que hemos denominado "trastornos" que la socialización a través de Facebook está ocasionando en determinados casos en las vidas de ciertas personas. No hablamos sólo el efecto de extrañamiento antes mencionado, sino que se dan más significativamente efectos de retorno objetivos en la vida de las personas más allá de la experiencia subjetiva llamada on-line, que remiten al desorden de los contextos de socialización en las relaciones interpersonales antes expuesto. Los ejemplos relacionados con la esfera laboral parecen los más llamativos y son a los que vamos a hacer referencia acto seguido.

El 26 de Febrero de 2009 una noticia aparecía en la versión digital del diario británico "The Daily Telegraph" en la que se daba cuenta de la historia de una joven que había sido despedida por su jefe al conocer éste último a través de Facebook que su trabajadora "se aburría", tal y como ella manifestaba, en las horas de trabajo. En el cuerpo de la noticia se incluía significativamente una declaración de Brendan Barber, para más señas Secretario General de la central sindical de Inglaterra y Gales, en la que textualmente manifestaba que "a muy pocos empresarios se les ocurriría seguir a sus trabajadores hasta el bar de la esquina para ver si se quejan del trabajo delante de sus amigos".

No es el único ejemplo en esta línea, y lejos de manifestarse como un caso aislado, son muchos otros los que tras una período de búsqueda en la red acaban emergiendo y todos ellos revelan algún tipo de malestar derivado del uso de Facebook. Y todos ellos tienen que ver con el carácter problemático de un espacio de interacción social en el que se trastocan los límites y percepción de lo susceptible de ser considerado como público y como privado.

En el caso referido, un jefe llega a tener acceso a una información que en ausencia de acceso a este canal no hubiera llegado a tener. La joven habla (públicamente) para parte de sus contactos entre los que obviamente excluiría a su jefe, lo cual aquí no sucede. Piensa, pues, en cierta audiencia, a la cual podemos asociar implícitamente cierto conjunto de expectativas que operan de acuerdo a cierto marco normativo. Y en este, siempre existe una separación de lo susceptible de ser considerado como privado (o relativo a una audiencia concreta) o público (o relativo a diferentes audiencias). Las esferas de lo competente a las diferentes relacionales sociales y a sus contextos asociados (que aquí se manifiesta como una relación de autoridad jefe-subordinado) se interpenetran con consecuencias imprevistas e seguramente indeseadas por (parte de) los implicados.

Mediar las relaciones sociales en el caso de Facebook nos aboca, pues, a una suerte de estado de indefinición en términos de enunciación en la comunicación: en la interacción a través de este entorno no controlamos únicamente como nos presentamos ante los demás, lo cual tiene que ver con la incapacidad de base de desconocer el marco normativo que guía la acción en un espacio que se tiñe del carácter de lo público. Y no ya porque se carezca de éste, sino más bien por todo lo contrario; su indefinición se da por una presunta yuxtaposición de múltiples contextos normativos y relacionales. Cuando uno se dirige a todos, presentando todos ellos perfiles distintos, realmente no acaba finalmente por dirigirse a nadie. O para ser más precisos, lo hará pensando quizá implícitamente, según el caso, en unos y no en otros, lo cual, como hemos visto, no dejará de acarrear ciertas consecuencias y comportar ciertos efectos derivados precisamente de este entrecruzamiento de contextos.

4. El espacio de mediación como no-lugar (público)

Seguimos teniendo dificultades para conceptualizar nuestra actividad en los submedia que conforman la Internet. No dudamos que hacemos cosas en "algo" como Facebook, pero tenemos dificultades para hacer significativo en términos descriptivos lo naturaleza de lo que allí ocurre, es decir, qué es y a qué referimos con ese "algo". De esa misma dificultad es sintomática el esfuerzo que requiere encontrar el preciso acomodo en términos lingüísticos al medio tecnológico en el cual desplegamos las diferentes prácticas que integran los procesos de interacción interpersonal. Existe sin duda un "allí" donde hacemos cosas, pero al objeto de sortear tales vacíos conceptuales, acabamos recurriendo, tal como expuso Lakoff (1985) hace unas décadas, al potencial cognitivo del pensamiento metafórico expresado en el mismo lenguaje como recurso de comprensión del mundo en el que vivimos. Así llegamos a concebir vagamente a Facebook en tanto que espacio (social), o en otros casos como entorno (sociotécnico) capaz de mediar las relaciones interpersonales. En suma, necesitamos, para hacerlo inteligible, asimilarlo semánticamente a otros conceptos ya conocidos con una función semejante, sin tener un concepto claro del mismo.

Augé (1992) acuñó el término de "no-lugar" en referencia al carácter de transitoriedad de aquellos espacio que no tienen la suficiente importancia para ser considerados como "lugares". Como ejemplos de un "no-lugar" tendríamos a espacios despersonalizados tales como un aeropuerto, un hotel o un supermercado. Todos ellos recibirían el apelativo de "no-lugares" al no poder ser considerados como lugares "identitarios, relacionales o históricos" (1992:83).

Llevado a nuestro caso, Facebook carece, a diferencia de tales ejemplos, de la materialidad del lugar físico, pero no por ello puede ser, en tanto que lugar “virtual", menos identitario (al menos en lo que al plano individual se refiere pues habilita una presentación del "yo" específica), relacional (si algún atributo tiene sería éste por ser un dispositivo orientado al desarrollo de relaciones) o histórico (si entendemos esto en el sentido en el que el contenido de la actividad personal queda impresas en el medio como huella de lo hecho). En tanto que "virtual", es un “no-lugar" que no tiene que ver la materialidad del lugar "físico" y que desborda, por tanto, esta aproximación, pero no por ello carece de menor facticidad.

Sería pues un "no-lugar" de otra índole, con un estatuto ontológico difícil de dirimir sin duda, a través del cual se canaliza parte de la actividad social de muchas personas. Y un "no-lugar" que como un espacio para la socialización a sumar a los "físicos" logra trastocar nuestros límites y percepciones de lo público y privado en lo referente a los dominios de nuestras relaciones personales. El comentario de Barber referido anteriormente no puede ser más explícito al respecto: lo que un empresario nunca haría acudiendo a ciertos espacios sociales tradicionales (aquí husmear en "el bar de la esquina") sí que está autorizado a hacer en ese espacio social mediado que encarna Facebook.

Basándonos en nuestro ejemplo, podríamos percibir como las reglas de visibilidad y conocimiento asociada a cada espacio social parecen ser actualmente diferentes: lo inmediato y propio del contacto "cara-a-cara" se rige por un marco normativo conocido en el que la divisoria público/privado no tiene porqué suscitar graves inconvenientes, todo lo contrario que sucede en el dominio de lo mediado en el que si éste existe, lo hace, como hemos visto, de manera no exenta de ambigüedades. Que resulte más complicado "husmear" en un bar que en Facebook no se debe tanto a limitaciones de tipo físico (resulta fácil aislarse de los demás en el mismo y no ser escuchado por el resto) como convencionales: obviamente, uno va al bar buscando satisfacer ciertas necesidades de socialización (encontrar a sus amigos, por ejemplo), pero no otras (encontrar a su jefe, salvo por deseo expreso).

El espacio social no mediado se define por su uso y la función social que se le reserva, y en ese sentido se perfila un contexto en él en cuyo interior es preceptivo desplegar (y cobran sentido) ciertas relaciones sociales, pero no otras. Por contra, el espacio social mediado carece de ese grado de definición que habilita la coexistencia de contextos y roles diferentes en el que el jefe puede "husmear" al empleado mientras éste se comunica con sus amigos.

Y quizá lo más llamativo es que, pese a presentar ambos "lugares" un estatuto ontológico diferente, ambos son lugares para la socialización que, lejos de mantenerse escindidos, mantienen en sus esferas de acción una dependencia estrecha, pudiendo interconectarse de diversas maneras y afectando consiguientemente a los diferentes planos vitales individuales. Y en el caso expuesto lo hace significativamente con consecuencias imprevisibles. Reincidiendo en lo referido al principio de este apartado, no parece idel todo apropiado hablar, pues, en el caso de Facebook de "identidades on-line", ya que la actividad que uno desarrolla a través de diferentes formas y medios (de comunicación) muestra dependencias, trasvases y produce efectos cruzados no aislables, y sí más bien de una forma de socialización que se da bajo unas condiciones interactivas específicas, esto es, las dispuestas por la estructura y estilo comunicativo de este espacio de mediación.

5. Conclusiones

En este texto hemos abordado lo que hemos denominado como "trastornos" que la socialización mediada a través de Facebook puede llegar a ocasionar en la vida de aquellos que canalizan sus relaciones sociales a través de este medio. Hemos reflexionado acerca de cómo el modelo de interacción que se deriva del diseño sociotécnico de este dispositivo conduce, por un lado, a la imposibilidad de una re-presentación del "yo" unívoca frente a una audencia de composición heterogénea en términos de origen, vínculo interpersonal y perfil individual; y por otro, a alterar las márgenes de visibilidad y acceso a la información personal consustanciales a los contextos (y roles asociados a los mismos) en los que cobran sentido cada una de nuestras relaciones interpersonales.

Ambos aspectos contribuyen a sortear la complejidad subyacente al entramado de relaciones sociales, cada una de las cuales idiosincrática y singular a su modo y a diferentes niveles (emocional, cultural, actitudinal etc.), merced a un efecto de igualación que trastoca la compartimentación propia de cada una de ellas, aspecto éste necesario para articular armoniosamente los diferentes planos y esferas de socialización en las que se desarrolla nuestro mundo social. Aparejada a la mediación que ejerce Facebook, puede existir un cambio en la percepción y concepción de lo público y privado (al menos, sin duda, en el marco de la interacción a través del medio), y de lo perteneciente, en términos de conocimiento a cada una de estas esferas, de lo cual se derivan efectos y consecuencias de diferente índole.

En una época como la actual en la que nuestra vida diaria y las relaciones que mantenemos con los demás se ven sometidas a las más variadas y crecientes formas de mediación tecnológica, hemos tratado de exponer las particularidades, fenómenos y efectos vinculados al uso de los nuevos medios y tecnologías, de los cuales Facebook no es sino un ejemplo más. En el uso nos apropiamos de la tecnología y le otorgamos un sentido específico, pero lo hacemos a veces obviando - por desconocimiento las más de las veces - las potencialidades inscritas en el mismo medio susceptibles en muchos casos de estructurar de un modo muy específico las interacciones y las relaciones sociales a través de las cuales éstas toman forma. Ver cómo esto ocurre supone interrogarse sobre la naturaleza de la mediación tecnológica de la experiencia, lo cual se relaciona con lo que nos pasa en nuestra vidas no sólo dentro de las pantallas, sino también fuera de éstas.